Esto no es una casa
Obra: Murmurs. Concepción y dirección: Victoria Thierrée Chaplin. Intérpretes: Aurélia Thierrée, Jaime Martínez y Magnus Jakobsson. Lugar y fecha: Teatros del Canal (Madrid). 4-7/04/2013. Público: lleno.
O también: Aurelia en el País de las Maravillas. O sea, de cómo Magritte conoce a Lewis Carroll en un teatro. No son referencias explícitas. Son simplemente nombres (o conceptos) que me vienen, casi como en un ejercicio de escritura automática, al evocar el regusto que me deja Murmurs, el espectáculo de Aurelia Thierrée, sucesor del espléndido El oratorio de Aurelia, con el que hizo parada en el Festival de Otoño a Primavera (Madrid) de hace tres años. Ese ilusionismo estético que rezuman los montajes de la nieta de Chaplin me trae ecos del imaginario magrittiano, especialmente en Murmurs, un lugar en el que habitan hombres sin rostro, donde nos topamos con muros que se desvisten para desvelar otras realidades, o con una mujer con cabeza de pez, conceptualmente tan parecida a uno de los cuadros más conocidos del surrealista francés que cuesta pensar que sea casual.
Los personajes de Murmurs, y otras figuras con forma humana que tal vez no llegan a esa categoría, se mueven por un espacio abierto y cerrado al mismo tiempo: una casa sin límites, en la que las habitaciones pueden sucederse de modo infinito o en la que podemos aparecer varias veces en el mismo sitio siguiendo caminos diferentes. Sin que haya un camino, en realidad: pasamos de un espacio a otro sin precisar una explicación, con la naturalidad con la que nos movemos en los sueños. Murmurs se construye sobre una sucesión aparentemente caótica de escenas sin un hilo argumental evidente. Solo esa vaga unidad espacial y la sensación de que los personajes (al menos los que pueden merecer ese nombre, la protagonista encarnada por la Thierrée y el joven Magnus Jakobsson) están buscando algo; o, más exactamente, están buscándose el uno al otro, tropezándose sin encontrarse, y moviéndose entre una curiosa galería de tipos que no desentonarían en la nómina de los que Alicia se encontró al otro lado del espejo.
Si alguien había visto El oratorio de Aurelia antes de entrar a Murmurs, el universo de la Thierrée le resultará familiar. Lo cual no significa que no haya ocasión para la sorpresa. Ofrecer lo inesperado es la clave sobre la que parece construirse la obra entera. Hay mucho, ya lo hemos comentado, de ilusionismo. De un ilusionismo que no pretende ser efectista, sino que se subordina a la composición de la escena. No busca la perplejidad del público, el “cómo lo ha hecho”. Aquí, el mago no oculta sus trucos, que quedan a la vista. Pero eso no les resta un ápice de belleza. El quid no está en la complejidad de su ejecución, sino en lo imaginativo de la propuesta, y en su propia sencillez.
Murmurs lleva la firma en la dirección y en la creación de Victoria Thierrée Chaplin, la madre de la protagonista. Victoria ha creado junto con su marido, Jean-Baptiste Thierrée, espectáculos como Le Cirque Imaginaire o Le Cirque Invisible, que aúnan las técnicas circenses con el teatro, amalgamando el conjunto con tremendas dosis de fantasía. Su espíritu impregna también Murmurs, en una sugerente mezcla de circo, danza, ciertas dosis de humor y muchísima imaginación.
Foto: Richard Haughton