Siglo de Oro, siglo de ahora

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Siglo de Oro: Voto a Dios que me espanta esta grandeza…

Ya ha llovido

Obra: Siglo de oro, siglo de ahora (Folía). Compañía: Ron Lalá. Texto y música: Ron Lalá. Dirección: Yayo Cáceres. Intérpretes: Juan Cañas, Íñigo Echevarría, Miguel Magdalena Perilla de la Villa, Daniel Rovalher Boli, Álvaro Tato. Lugar y fecha: escenario de La Cava (Olite), 19/07/13. Público: tres cuartos de entrada.

Ya ha llovido desde aquel siglo llamado de Oro. Cuando amainó, el chaparrón de riqueza y gloria procedente de las Indias dejó un solar enfangado donde han estado chapoteando las generaciones que nos han precedido. En un tiempo más cercano, alguien debió de tener la idea de cocer ese barro para hacer ladrillos. Y de nuevo cayeron del cielo los dineros, antes maravedíes, ahora euros. Ya ha escampado. Y en el lodazal resultante, Ron Lalá ha buscado en los charcos el reflejo de la España del siglo veintiuno para descubrir que guarda bastante parecido con aquella del diecisiete: Siglo de Oro, siglo de ahora.

Ron Lalá, compañía especializada en un teatro que amalgama música y humor, abre el Festival de Teatro Clásico de Olite con esta pieza que han subtitulado Folía. O “folla” que, aunque de sonoridad menos fina, es la voz que recoge el diccionario de la RAE para designar una diversión teatral en la que se mezclan piezas breves de comedia y canciones. Es decir, un popurrí de aquellos géneros, como los entremeses, las loas, las jácaras y otros, que se han considerado menores en la producción teatral áurea. Dentro de esa aparente pequeñez, Ron Lalá se estira como un gigante para apoyar un pie en las formas teatrales del Barroco y el otro, en la actualidad más rabiosa (y rabiante) con la que llenan de contenido los versos de sus composiciones.

Ambos siglos se dan la mano de modo evidente en piezas como Discurso, en la que un funcionario de los Austrias y un politicastro actual de cargo kilométrico e irrepetible se suben al estrado para, en paralelo, soltar al respetable una perorata sobre las estrecheces de sus respectivas épocas y los tiempos futuros en los que volverán a florecer los brotes verdes. Es más pesimista que un informe de perspectivas del FMI, pero incomparablemente más divertida. Desde luego, cualquier mal tiempo puede afrontarse con buena cara cuando se examina a la luz del ingenio del que hacen gala Ron Lalá en prácticamente todos los números del espectáculo. No encuentro casi ningún momento en el que afloje algo la tormenta de (buenas) ideas con la que deleitan al personal durante hora y media. Si acaso, el Entremés de los autores, en el que Hamlet y el Quijote emparejan su destino con los escritores de su elección, después de que un capricho de las musas entrecruzara su nacimiento. Tal vez no se le saque todo el jugo a un punto de partida lleno de posibilidades. Eso sí, la ejecución resulta impecable, llena de ritmo y precisión dramática, como el resto de los sketches del montaje.

Sobre la mayoría de los entremeses de Siglo de Oro, siglo de ahora planea una intención satírica que los conecta con algunos escritos cervantinos o, especialmente, de un Quevedo que podría estar dando ánimos a los actores entre cajas. Pienso especialmente en la Jácara sacramental de la partida final, un auto alegórico en el que cuatro personajes que representan al Dinero (Don Parné), a la Justicia (Doña Justina), a la Guerra (Don Peleón) y al Sexo (Don Sexote), se juegan el dominio del mundo a diversos juegos de azar. Gana la Justicia, pero el Dinero poderoso caballero es para amañar resultados y comprar voluntades. De parecida mordacidad es el Entremés del sastre, por el que desfilan diversos personajes para satisfacer sus pretensiones íntimas mediante el retoque de su estilismo. Una visión irónica sobre la importancia de la apariencia, aderezada con un atinadísimo empleo del recurso de los apartes. Más momentos brillantes: como buenos cómicos, Ron Lalá se preocupa especialmente de la precaria situación del teatro en su Loa a Talía; y en Nihil obstat, de los riesgos de la autocensura de los artistas para sobrevivir a las posibles suspicacias de los poderosos.

Me dejo cosas, pero es que cada número de esta obra daría para un comentario: el graciosísimo uso del verso ecoico, una figura de notable solera clásica, en el Entremés del eco eco; o la traca de versos, áureos y contemporáneos (de nuevo esa unión de ambas orillas temporales), con la que se cierra esa pieza; o el fin de fiesta en el que un remedo de los tercios imperiales aúna a Lope con el flamenco. En fin, un diluvio de agudeza con el que sobrellevar el sofoco de estos tiempos. Llovió también en Olite, por cierto, pero tampoco ese (relativo) mal tiempo hizo torcer el gesto de un público entregado.

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Siglo de ahora: …Fuesen y no hubo nada. (O sí.)
 
Fotos: David Ruiz (de la web de la compañía) y Olga Goñi.

Olivia & Olivier

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El sabor no ocupa lugar

Obra: Olivia & Olivier. Compañía: Majolie D.O. Intérpretes: Edurne Arizu y Txus Eguílaz. Lugar y fecha: Hegan & Dream, 24/03/2013.

Como espectador, me gustan los montajes híbridos, en los que géneros variopintos pasan sin llamar y se despiden a la francesa, como una visita inesperada, pero agradable y que, además, trae pastas. Caminan sobre el filo de la oportunidad, pero, cuando vienen a cuento, estos experimentos de mestizaje enriquecen la pieza y me dan sensación de haber recibido algo extra, una especie de dos por uno teatral. Ahora, confieso que, si tengo que escribir sobre ello, me quedo más tranquilo con la cosa pura, a la que se le pone la etiqueta para que todo el mundo sepa de qué estamos hablando. Olivia & Olivier es, como su título presagia, un espectáculo dual. ¿Es más Olivia o es más Olivier? Bien, en el reparto de protagonismo entre sus intérpretes, la cosa está compensada, pero ¿es más teatro o es más música? Saquemos la caja de las etiquetas: Olivia & Olivier es, sobre todo, un concierto. No obstante, los integrantes del dúo Majolie D.O. no han querido hacer un recital al uso. Han incorporado sobre el repertorio el armazón de una historia, esquemática tal vez, pero tangible. Una vez introducida, su sabor impregna la actitud de los músicos, define la selección de temas y les dota de un sentido subordinado al esquema narrativo. Concierto será, mas concierto dramatizado.

Olivia & Olivier no ocupan apenas lugar, y el poco que ocupan puede ser variable. En esta ocasión, traen su espectáculo a Hegan & Dream, un coqueto espacio en la pamplonesa calle Mayor, cuyas dimensiones abocan a artistas y público a una convivencia íntima, que es precisamente la distancia que el montaje precisa. Probablemente, pueda caber en cualquier otro sitio, siempre que sea lo suficientemente pequeño. Bueno, es un decir, porque Olivia & Olivier se ha representado incluso en la calle, pero es de esas obras cuyo sabor se incrementa con la cercanía.

En la cuarta dimensión, también mantiene su espíritu de síntesis: apenas sesenta minutos, pero en los que cabe una amplia variedad de sabores musicales, desde clásicos del swing como Shine  hasta composiciones actuales como Ta douleur de Camille. También en los idiomas, el abanico es amplio: hay temas en inglés, francés, portugués y castellano. No obstante, fieles a una estética con cierto aroma a cine mudo, los intérpretes no hablan entre ellos. La regla de este juego dramático es que lo que no pueda decirse por la expresión o el gesto, ha de comunicarse por medio de la música. Y así, Olivier le toma prestadas a Ben E. King la letra y la melodía del Stand by me para declararse a Olivia; y cuando ambos discuten, lo hacen a ritmo agresivo y cortante de hip hop.

Olivia & Olivier es, como se ve, muchas cosas en cantidades mínimas, un conjunto de trazas que conforman un recital diverso y original. Contribuye a darle coherencia una unidad en el sonido muy marcada por el acordeón de Edurne Arizu (que dota al conjunto cierto aire de bohemia parisina), y por la extraordinaria habilidad de Txus Eguílaz para el ritmo, sea con instrumentos sencillos como el cajón o los bongós, con los zapatos de claqué, con su voz o con su propio cuerpo, en una brillante muestra de percusión corporal.

Foto, de la página web de la compañía