Para no perderse: «Transición», en el Teatro Gayarre

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Vi “Transición” en Madrid, en el María Guerrero, antes del verano. Fui porque me la recomendaron, pese a que ni la sinopsis ni el tráiler que encontré en la página del Centro Dramático Nacional me auguraban nada bueno. La sinopsis argumental: “Un paciente llamado Adolfo es ingresado en una clínica. Convencido de que pudo ser el presidente del Gobierno, recreará los principales episodios históricos de la Transición y su repercusión en nuestra realidad actual”. Uf. El tráiler: varios recortes de escenas excesivamente discursivas y tópicas, con algunos toques de humor que me parecieron ramploncillos, aderezados con canciones de la época, “Rock & roll en la plaza del pueblo”, de Tequila, y “Mi querida España”,  de Cecilia. Si llega a salir “Libertad sin ira” mando las recomendaciones al cuerno y me voy al cine. Afortunadamente, no lo hice. A veces, hay que fiarse de las recomendaciones de los conocidos y desconfiar de la información que encontramos en las páginas oficiales. La excusa argumental del paciente ingresado en el sanatorio, que, al leerla, me hizo enarcar ambas cejas alternativamente, me pareció que funcionaba divinamente, saltando de la realidad de la clínica a los recuerdos del pasado de ese Adolfo que se erige en protagonista de la función. La parte histórica, que me temía complaciente, no me lo resultó tanto. Supongo que una revisión de la Transición a estas alturas no puede ser tan benévola como nos la habrían querido vender hace diez años. Hay una serie de cosas discutibles, y un final un tanto melifluo, pero, con todo, creo que señalaría eso como un posible punto de partida para una discusión sobre el momento histórico antes que como un defecto de la función. Y hasta los momentos de humor me hicieron gracia en directo. Supongo que gran parte del mérito la tienen unos actores estupendos y una dirección que lleva todo a un ritmo trepidante. Bueno, y en realidad, a mí Cecilia me encanta. Y Tequila también, claro. Si os fiais de las recomendaciones, como yo hice, reservaría una entrada para este viernes día 8 en el Gayarre.

Para no perderse: «Emilia», de Claudio Tolcachir, en el Gayarre

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Este sábado, 12 de octubre, nos visita Claudio Tolcachir. Y no es una manera de hablar: el actor, director y dramaturgo argentino protagonizará un encuentro con el público que asista a su última obra, “Emilia”, en el Teatro Gayarre. Un premio extra para una cita ineludible para cualquier aficionado al teatro. Hemos tenido ocasión de ver en esa sala las tres obras anteriores de Tolcachir (“La omisión de la familia Coleman”, “Tercer cuerpo” y “El viento en un violín”), además de su versión de “Todos eran mis hijos”, de Arthur Miller, y creo que habrán sido muy pocos los espectadores que no hayan quedado deslumbrados por la capacidad del autor para crear historias que provoquen una carga de emoción tan auténtica. Los personajes de Tolcachir están siempre al límite: al límite de la marginalidad, al límite de la normalidad, al límite del desarraigo. Sus historias se mueven también en el límite entre la tragedia y la comedia. Era inevitable reírse con las bárbaras ocurrencias de los protagonistas de “La omisión de la familia Coleman”, o con las descabelladas actuaciones de Darío, uno de los protagonistas de “El viento en un violín”. Reírse para un momento después sentirse incómodo al percatarse del drama que se esconde tras el delirio. Me autoplagio para recordar lo que conté al respecto de esta última obra:

«‘El viento en un violín’ es casi un canto a la fuerza redentora del amor. Del amor maternal (o paternal) como esperanza para aquellos que no tienen otra cosa, y no me refiero solo a bienes materiales: en la obra, tan pobre es Darío, el hijo único de una familia bien, como Lena o Celeste, la pareja pobre que detona el conflicto con su deseo de tener un hijo hacia el que transmitir el amor que siente la una por la otra; su deseo de ser una familia normal. Como en ‘La omisión de la familia Coleman’, el deseo de ser normal es ubicuo. Pero mientras que allí las declaraciones de normalidad sonaban como sarcasmos, en ‘El viento en un violín’ resuenan como gritos desesperados de socorro. En la presente obra, Tolcachir ha afinado su capacidad para conmover al espectador sin renunciar en ningún momento a hacerlo reír, y, sobre todo, a algo que aúna ambas cosas: a entretenerlo. El entretenimiento a través de contarle historias que le importen, historias emocionantes, en las que se pueda ver el alma humana como el fondo de un río cristalino. Cuentos de verdad, en suma. Algo al alcance de muy poquitos.»

En “Emilia”, Tolcachir nos traslada de nuevo a un terreno conocido: el de las relaciones familiares como campo abonado para que germinen y afloren los conflictos más profundos. No trae, como en otras ocasiones, a los actores de su compañía, Timbre 4, pero he leído buenos elogios sobre el reparto con el que se está representando la obra en España, encabezado por Malena Alterio, Gloria Muñoz y Alfonso Lara. Por todo esto, yo no me perdería esta función por nada del mundo.

Dos recomendaciones: Zanguango y La Mona Ilustre en la ENT

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Veo en su web que la Escuela Navarra de Teatro avanza su programación de octubre. No sé si la maldita precariedad va a obligarles a adelantar los espectáculos con cuentagotas, pero hay al menos un par de cosas que me parecen recomendables, por si no sabéis dónde invertir provechosamente diez euros. Una: el 10, 12 y 13 de octubre, “Aquí va a pasar algo”, de Zanguango Teatro. La vi hace unos meses y me parece un espectáculo especial, muy bien interpretado, con un puntillo surrealista muy divertido, entreverado con un poso de amargura. Es una obra de sensaciones, no hay un argumento que merezca realmente ese nombre, pero guardo buen recuerdo del asunto. Dos: el 19 y 20 de octubre, “Juan Salvador Tramoya”, de la compañía chilena La Mona Ilustre. Hace un par de años estuvieron también en la ENT con “Los peces no vuelan”. Teatro poético, con un toque naif, muy bien presentado, con originalidad y buen gusto en la puesta en escena. Veo que es una obra para un solo intérprete, pero no un monólogo: no hay palabras. Por lo que leo, una propuesta que mezcla el teatro gestual y el de objetos.

Para saber más, se puede consultar las respectivas páginas de las compañías:

http://www.zanguangoteatro.com/

http://www.lamonailustre.com/

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