En un lugar del Quijote

en un lugar del quijote

En un lugar del recuerdo

Obra: En un lugar del Quijote. Compañía: Ron Lalá. Versión: Ron Lalá. Dirección: Yayo Cácerres. Intérpretes: Juan Cañas, Íñigo Echevarría, Daniel Rovalher, Álvaro Tato, Miguel Magdalena. Lugar y fecha: Escenario de La Cava de Olite. 25/07/14. Público: lleno.

La del ocaso sería (o un pelín más tarde) cuando hace un año Ron Lalá puso el pie por vez primera en el Festival de Olite. Lo hicieron con Siglo de Oro, siglo de ahora, una función que, lejos de glorificar los oropeles de aquella centuria, centraba su mirada en el crepúsculo de la época imperial. Oscuridad en la que todavía permanecemos, según se desprendía del espectáculo, sin que se vea el resplandor del alba o, como se dice ahora, la luz al final de túnel. Siglo de Oro, siglo de ahora tenía un fondo satírico y unas formas ligeras y populares, aunque de resonancias deliberadamente clásicas: uso preponderante del verso, piezas breves (al estilo de las jácaras, las loas y otras composiciones) y una presencia fundamental de las canciones ejecutadas en directo.

Aquella obra dejó un inmejorable recuerdo, y supongo que eso tiene su eco en las gradas llenas del escenario de La Cava de Olite para ver la actual creación de la compañía. En un lugar del Quijote es de nuevo Ron Lalá: un espectáculo en el que la compañía vuelve a mirar atrás, hacia el clásico, se lo apropia y nos lo presenta en un envoltorio actual, pero intacto en su esencia. También permanecen inalteradas las señas ronlaleras: decir que “se apropian” del Quijote podría parecer un poco atrevido, pero en cierta manera es así. Es su Quijote, su mirada, sin traicionar el alma de la obra cervantina.

¿Representar el Quijote es posible? ¿Un tomazo, con perdón de la herejía, de un millar de páginas (según la edición) concentrado en poco más de hora y media? Pues sí. Ya se justifica la compañía, si tal cosa hiciera falta, en el epílogo de la representación, una divertida parodia cantada de las notas al pie con las que los eruditos suelen glosar los textos clásicos, amén de una irreverente mofa de la tradicional petición de clemencia al espectador: si alguien echa a faltar algún episodio de la obra, dicen, que la compre y que la lea. Pero resulta suficiente con ver el espectáculo para tomar consciencia de ese canto a la libertad y a la imaginación que es el Quijote; de cómo la ensoñación y la locura pueden vivificar una existencia destinada a la mediocridad, y de cómo puede preferirse la muerte a la cordura y a la monotonía de una vida sin aventura. Ese viaje literario está en las alforjas de Sancho, en la silla de Rocinante y en todos los recovecos de la función.

Ron Lalá superpone a la acción de la novela de Cervantes otro plano en el que vemos al autor creando su obra. Ambas líneas se cruzarán y se mezclarán, en un sube y baja de la realidad a la ficción y de lo imaginario a lo real, que se torna también así en invención. Los personajes del cura y del barbero acompañan a Cervantes para convertirse luego en su reflejo novelesco, y más tarde disfrazarse (y travestirse) para componer otras figuras de la obra. El propio escritor traspondrá también ese umbral de tinta y papel. ¿Es Quijote el que sueña e imagina o es el propio Cervantes? Autor y personaje compararán sus almas en un soliloquio en paralelo que los muestra no muy distintos uno del otro.

Ron Lalá funde todos estos materiales en un producto compacto y de brillantísima factura. Podríamos señalar su extraordinaria capacidad para dar continuidad a un espectáculo compuesto de escenas diversas y, como hemos dicho, planos distintos. Todo fluye a través de distintos mecanismos dramáticos sin que se noten, además, las costuras que empalman los retales. El espectáculo se desarrolla con una atractiva sensación de unidad y de ritmo. Contribuye de manera decisiva la gran labor de todos los intérpretes, profesionales con un extraordinario dominio tanto de la interpretación actoral como de la musical. Saltan sin ningún problema de la prosa al verso y de ahí a las canciones, con total naturalidad. Aparte del cierto en la síntesis de la obra cervantina, los textos creados por la propia compañía son de muy buena factura, y los pequeños guiños a la actualidad para provocar la risa están bien traídos y no pretenden convertirse en el principal mecanismo de la función. Si con Siglo de Oro, siglo de ahora se ganaron un lugar en nuestro recuerdo, este En un lugar del Quijote revalida ese carácter de espectáculo memorable.

Foto: Iñaki Porto
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